Escrito
por CruzRuiz.
Posteado en BlogDO2, blogteatro
Un
servidor ha visto muchas cosas, pero nunca se esperaría ver en una iglesia a un
esqueleto moverse al más puro estilo de Nueva Orleans marcado por la
inconfundible trompeta de Louis Armstrong y su famosa “When the saints go
marching in”; y es que ya lo dijo el maestro Teo Escarpa: “¡En la pista del
circo más pequeño del mundo ocurren grandes cosas!”.
Por
un día, la escarpada iglesia de San Miguel alojó un circo inusual, que hizo la
delicia de pequeños y mayores con motivo de la Bienal Internacional de Teatro
de Autor que se está llevando a cabo en la ciudad conquense.
El
gran Caroli, Benito el malabarista, forzudos, funambulistas, bailarinas,
músicos cubanos desmontables, encantadores de serpientes, el famosísimo payaso
Trombón, fieras del rincón más exótico de África, una pareja que nos deleitó
bailando tango, un combate de boxeo y el inigualable Charles Chaplin. Una gran
fábrica de sueños y magia, una fábrica que durante una hora hizo disfrutar a
niños y transportó a mayores a una época en la cual la vida era más sencilla.
Al fin y al cabo tan pintoresca troupe de artistas a cargo de tan dicharachero
director no puede sino hacer reír, disfrutar y sentir a los asistentes.
Comentaba
Teo Escarpa entre risas que hay cosas que no se eligen, que “enamoran, como el
primer amor”, quizás por eso este maestro se dedique en cuerpo y alma a su
profesión, viajando allá donde el trabajo le lleve, ya sea a cualquier punto de
la geografía española, Rusia o, frecuentemente, a Latinoamérica. Y esa viveza y
alegría es lo que transmitía desde el escenario, pero no solo eso. Fue capaz de
que los espectadores llegaran a sentir tristeza, alegría, asombro, miedo o
preocupación por sus pequeñas creaciones; el ser capaz de crear empatía con un
objeto inanimado es explicación suficiente para aclarar la virtuosidad del
maestro.
Creados
con maderas, cartón piedra, realizados en moldes o incluso con la testa de un
irreconocible animal, un verdadero maestro titiritero cuenta entre sus cajones
con un arsenal inimaginable de arte y trabajo. Y Teo Escarpa no iba a ser
distinto pues, tras casi cincuenta años ha llegado a conseguir reproducir en
sus muñecos verdaderas proezas artísticas con sistemas intrincados y un sinfín
de hilos que a más de uno haría palidecer con tan solo intentar levantar un pie
del inanimado ser, y sin embargo, cuando son las manos de Teo las que dirigen
sus pequeñas creaciones se puede apreciar como toman vida, como una pareja
baila al son de Johann Strauss, como Trombón camina sobre la cuerda floja con
verdadero nerviosismo o como Benito es capaz de hacer malabarismos con su
propia cabeza, con la precisa aclaración del maestro de que “tal hecho puede tener
lugar por ser una marioneta, que no persona”.
“Se
trata simplemente de representar la vida colgada de unos hilos”, y así, con
estas sencillas palabras el hijo de un humilde zapatero que con los años se
convirtió en un maestro titiritero nos revela como otorga esa magia a sus
creaciones. Y sí, quizás la verdadera magia de este artista resida precisamente
en eso, en hacer sencillo lo endiabladamente complicado, en olvidar que fuera
hay un mundo falto de color y magia, exactamente esa porción de color y magia
que nos transmitió a los asistentes y que por un momento nos hizo a todos
volver a ser niños; por eso un maestro es un maestro…