Escrito por Cristina Pérez Bueno.
Posteado en BlogDO2, blogteatro
Un escenario con luz tenue, una cama y 3 cabezas de maniquíes.
Se apaga la luz y se oye un traqueteo de tacones. El BITA 2014 acaba de
comenzar. Los actores aparecen, ya en acción, absortos mirando una
pantalla que anuncia: “cada vez más y más televisores se encienden a la misma
hora para disfrutar del suceso televisivo: el Moro de Venecia”.
Al ritmo de un Vals, un Otelo y una Desdémona de marioneta
bailan en manos de sus criados Yago y Emilia, encarnados por Jaime de Lorca y
Teresita Lacobelli de la compañía chilena ´El Viaje Inmóvil. Como un juego de
niños, pronto los actores hacen que los maniquíes cobren vida moviéndolos
como si se tratase de una prolongación de su cuerpo, o como definía Lacobelli
“un alter-ego”.
Fuente: Samuel Almansa
Serra
Sobrepasando las barreras de la compenetración, los dos
actores llegan a interpretar el mismo personaje a la vez –uno haciendo la
voz y otro moviendo el cuerpo- Con una sonrisa en la boca, los actores
constatan “Shakespeare nos lo puso muy fácil, nosotros únicamente realizamos un
trabajo de disociación”.
Y camuflado bajo un aparente aire de inocencia, los actores
comienzan a hablar de amor, odio, envidia y rencor. Juegan con un lenguaje que
nada tiene de infantil, pero sí de universal y transversal. Cuatrocientos años
atrás, Shakespeare ya hablaba de psicología cuando no se había estudiado
todavía sobre ella y a día de hoy, las universidades aún estudian
el conocido ´Síndrome de Otelo`. Shakespeare inmortal, hablaba hace
cuatrocientos años de algo atemporal, de los fantasmas de la naturaleza
humana.
Otelo se presenta para ´El Viaje Inmóvil` como la horma de
un zapato para denunciar una realidad social: el machismo y destensar el tabú
del sexo y la violencia. Desdémona yace tumbada en la cama cuando Otelo ya
piensa que le ha sido infiel, y con una voz sumamente dulce ruega “Dios dame
fuerzas como para soportar los maltratos de mi marido”; sumisa, Desdémona
justifica todos los actos de Otelo. En otra ocasión Emilia, su sirvienta,
declara “ellos son el estómago y nosotras el alimento; nos mastican, nos
digieren y nos cagan”.
Lorca afirma que en Chile tienen, al menos, una violación al
día. Según el actor los medios de comunicación intentan ´normalizar` estas
situaciones justificándolo como actos pasionales. El moro de Venecia, es una
historia cuanto menos ficticia. Entre broma y broma –lo que me recuerda al
GOOOOL español y la desviación de atención de otros temas no menos importantes-
y a través de una representación material; los actores consiguen que el público
pueda disfrutar de una fuerte y dura crítica a la herencia del pasado, como es
el machismo, que ha quedado marcada con hierro candente en la sociedad. “El
público puede disfrutar del estrangulamiento sin culpa”, declaraba Lorca para
el ´BBC Mundo`.
Fuente: Samuel Almansa Serra
Como bien sintetiza el actor, “en las obras de Shakespeare el
bueno es el menos malo”. El maquiavélico Yago, la sumisión de Desdémona o el
pasotismo de Emilia también plasman una realidad, en la que nos dejamos comer
por las convenciones sociales (Yago), no plantamos cara a ciertas problemáticas
(Desdémona) y nos hacemos cómplices por no denunciar (Emilia). “Todos somos
Emilia”, comparte Lacobelli. Lorca recuerda que hemos de tener presentes el
contexto social en el que vivimos y que Desdémona se encontraba en Chipre
rodeada de un ejército de militares, con su sirvienta Emilia y prostitutas.
Una adaptación de la obra de Shakespeare de una hora y media, en
la que la ilusión con la que los actores interpretan hace recorrer un cosquilleo
por cada una de las butacas, “estúpido es vivir cuando la vida es sufrimiento”
dice en el comienzo de la obra Emilia. Sencillez, entretenimiento mezclado con
una buena dosis de reflexión. Como afirma Einstein: “es más fácil
desintegrar un átomo que un prejuicio”.
Al final de la obra el televisor del principio vuelve a sonar y
la luz se funde poco a poco: “ahora, a ustedes pueblo, les toca juzgar”
dice el locutor. Juzguemos y sobre todo juzguémonos, que quizá
nosotros seamos los maniquíes y un Yago y una Emilia trajeados nos manejen de
un lado para otro según sus intereses.
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CRISTINA PÉREZ BUENO
Estudiante de Periodismo de la UCLM
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